domingo, 17 de febrero de 2013

Dudosos inventos II

...Y no sabía qué hacer. Me sentía perdido. Todo recién había empezado, pero mi melancolía presagiaba vacíos. Creo que siempre fui un poco así, encontrándole lo negativo a cualquier dios. Es que....tengo miedo de estar loco. O, en realidad no tanto eso, sino el aparentar estarlo. Ay, ¡los demás! Si no fuera por ellos me sentiría mejor, sumido en una soledad infinita y cálida. No quiero reconciliarme con nada, ni sonreír, ni llorar por descargarme. Esos sentimientos mundanos me provocan asco. ¿Quién diría que estaría tan lleno de oscuridad? No me importa. Me voy aferrando a estas curitas temporales, malditos bálsamos que retrasan el...¿el qué? Ni siquiera tengo palabras, soy un pésimo despreciador. Pero todo esto es porque miento. Soy un vil embustero, el más bajo que pueda haber, y ni gritar vale la pena. ¿Es que no me vas a ayudar? Los sonidos ya no me dicen nada. Quiero que tu aliento venga por mí y me saque de esta quietud. Ser una estatua es muy aburrido. El viento no es más que un engaño, siempre lo ha sido. Y acá caigo nuevamente en este abismo de pensamientos negros y cuervos sin ojos que hieren la carne. ¡No! Todo es basura, sus falsas luces de espectáculo iluminan la ignorancia. Y yo escribo y escribo. Creo que sufro también, aunque esto no sea verdaderamente sufrir. Tengo que enfrentar el hecho de que no soy pobre, sino un tonto.
Por ahora no hay estrellas, ni muertes. Tal vez quede aprender. Pero siempre están las locas excusas que son barreras tan estúpidas, tan aborrecibles. ¿Cómo las supero?

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