martes, 24 de abril de 2012

La Jaula

En la jaula no se puede caminar demasiado. Dos, tres pasos y ya hay que dar la vuelta porque se encuentran las paredes. Tampoco hay mucho espacio para respirar, ni se puede ver el sol. Una luz brillante lo reemplaza, enmascara la latente oscuridad que domina la jaula realmente. La desesperación recorre sus rincones, aspecto negativo del deseo de salir.
Aparentemente se puede vivir, aunque en un estado de agitación y melancolía permanentes. El movimiento se muestra estático, después de todo, cualquier cambio que se intente permanecerá dentro de la jaula. Los conceptos se mezclan, y cada pensamiento que se logre hilvanar es a la vez su negación. Sin embargo, incluso esta afirmación se contradice y a momentos las cosas significan, no se pierden en el humo blanco-negro que es el aire de la jaula. La misma tiene la forma de un cubo, similar a la idea que la mayoría de los lectores se debe forjar de la opresión.
Los seres que allí habitan son mágicos. Carecen de ojos, oídos, extremidades. De lo único que son capaces es de crear. Gracias a esta facultad pueden experimentar sus propias creaciones, como árboles, sonidos, personas, miel, sentimientos, incluso la jaula misma. Así es, cada uno de estos seres, que podrían ser considerados dioses, han decidido, por un consenso tácito, crear y mantener la jaula. El hecho de que siga existiendo implica que a ninguno se le ha ocurrido derrumbarla, aunque esto no es del todo cierto. Ha sido intentado como mero capricho, pero no con el legítimo uso de los poderes mágicos. Por lo tanto, nunca ha llegado a ser reconocida la idea de la destrucción de la jaula, apenas se admiten sus engaños.
La magia de estos entes lo abarca absolutamente todo dentro de la jaula, pero son desconocidos los medios para salir. Para este punto, los seres deben utilizar su cuerpo físico en ciegos intentos por resquebrajar la pared o hacer un agujero en el piso. Pero estos conceptos (agujero, pared, cuerpo físico) son invenciones mentales. No se puede destruir una idea usándola contra sí misma, se terminaría anulando.
La imposibilidad de eliminar la jaula en su totalidad, es decir, crear la nada, frustra a algunos de los dioses. Su magia es la raíz de todo, menos de la espada que pueda destruirla. La única vía es la autodestrucción, garante del fin del mundo. No hay muchos que se atrevan. Algunos continúan buscando una alternativa, la mayoría son cobardes. También están los que desconocen este problema, y los que no lo padecen, sino que dentro de la jaula mental se hacen un espacio suficiente para caminar, respirar y ser felices.            

jueves, 12 de abril de 2012

Rojo

La noche está rara hoy. El aire, como viciado, me llena los pulmones y ocupa mi mente. Tal vez no sea sólo ahora, sino que siempre haya sido así y apenas me voy dando cuenta en estos momentos. Sí, es lo más probable. Definitivamente, esta brisa huele a antigüedad.
Hay un calor en el ambiente, casi se siente en la piel. Es un rojo invisible que atraviesa al mundo y nos rodea, fruto de los hombres. Poco a poco lo voy descifrando, es un silencio, un hambre, un deseo. Todas las sombras ocultas se revelan ante la mente perceptiva.
Ahí está, a mi derecha un odio, enfrente el asesinato que jamás se llevará a cabo, a dos cuadras, por la avenida, intuyo los gritos callados de un hombre bueno. Lo veo tan claro, es la noche y nosotros la creamos. Durante el sol se ve, se camina seguro por la tierra, hasta se sonríe. Pero eso es porque nos observan, y necesitamos escapar. Con esa finalidad inventamos la noche, el reino de los pensamientos indeseables, de las negaciones, los miedos, y los imposibles.
El llanto del carnicero, la certeza de que la vida de mi vecina es aburrida y siempre lo será, las ganas de mi padre de asesinar a todo el mundo para tener un poco de paz, son ideas "malas", y puedo agregarles una característica; son rojas. El mundo, el maldito mundo está ciego, y la gente vive enferma de bondad. Yo he visto la noche y les voy a mostrar lo que es el dolor. Traeré el sol junto con las otras estrellas, estamparé sus cabezas contra la pared, y denunciaré todas sus virtudes. A quienes me ofrezcan compasión les escupiré en la cara. Les llamaré débiles moradores del día.
¡Cobardes! Los odio, pero no tanto como para querer privarlos de la bellísima guerra. Sé que no me entenderán, me pensarán como el calumniador, el asesino, sub-hombre. Pero cuando crezcan, seres humanos, lo entenderán. ¡Que viva la noche roja!