miércoles, 1 de junio de 2016

Ninguno de Ellos

El portero del edificio, su esposa e hijo, el peluquero de la esquina, la pareja de la verdulería de la otra cuadra, el tipo que pide monedas, las prostitutas rondando el albergue transitorio a la tarde, los extraños y conocidos de calles tan familiares, recorridas incontables veces, numerosos kiosqueros sin nombre, Rivadavia en todo su mugriento y oloroso esplendor, llena de miseria y silencio entre bocinas y semáforos, los enterrados empleados del subte, en su monotonía, junto con los guardias y policías que no tienen nada que hacer, el maquinista anónimo, alienado, el que da un chupetín por dinero, el que ofrece medias por dinero, el que toca la guitarra por dinero, el que da pena por dinero, el tipo de traje y anteojos, el adolescente escuchando música, los que se besan, el padre con la hija, los pasajeros hipnotizados por sus celulares, la de la límpida voz que anuncia Carabobo, Primera Junta que abre sus puertas del otro lado, nuevamente el sol iluminando los muertos rostros de los mismos personajes, con sus mismas vidas insípidas, sólo que un barrio más para acá, el frío/calor que ofrece tema de conversación, los autos conducidos por impacientes e iracundos, el linyera que ya ni es humano para la respetable sociedad, la facultad donde circulan los jóvenes bellos, talentosos, interesantes, los experimentados profesores con sus renombradas cátedras, los militantes, múltiples personas y personalidades, la mentirosa socialización, la hipocresía, la charla interesada, el cinismo, la estupidez y la locura, mi cuerpo que tiembla, rodillas flaqueando, cediendo, el grito, el grito, el tan esperado grito liberador, muy necesario pero que nunca llega, los jadeos, la inmensidad abrumadora, las tinieblas que acechan, los ojos que se cierran y.... la represión, la máscara, la sonrisa, la falsedad, el chiste, la gentileza, desde y hasta la eternidad, una y otra vez, con mis conocidos, mis compañeros, mis colegas, mis amigos, mis amantes, mis amores, mi familia, mis padres; de todos ellos ninguno me vio llorar.

lunes, 28 de marzo de 2016

cavilaciones


EL UNICO DESEO ES ACABAR CON TODO DESEO

Ésa es la máxima que promueve la oscuridad
quiere acallar los miedos, las faltas
cayendo de modo definitivo
suavemente en un letargo

Ahora mismo me hallo encerrado
como horizonte, sólo tengo angustia
mi pensamiento delinea sus bordes
sin ser capaz de atravesarlos

Acostumbrado ya a este melancólico encierro
me entrego al familiar estado febril
esta inclinación me visita todas las noches
para abandonarme al llegar la vigilia

Soy tan endeble
me encuentro inerme frente al azote de estos humores
que quieren la muerte de la vida
ennegreciéndolo todo a su paso

Es en mí; sobre mí
es en mis pensamientos; sobre mis pensamientos
¿Acaso esto es lo que se siente
coquetear con la locura?

Quisiera poder poner un freno
romper la tensión;
de lograrlo, yo me volvería un místico
un yo que no es yo sino todo
puro ser o pura nada
me sobrepondría al tiempo
y al mundo
aunque en verdad, mi deseo no es tan metafísico

Simplemente quiero ser yo
pleno dueño de mí
de esta forma
viajaría a distintas emociones
manejándolas a gusto
no vendrían de nuevo fantasmas a espantarme
sonreiría más cuando estoy solo
no tendría miedo
dejaría de llorar confundido
no apretaría los dientes en frustración
temblaría de éxtasis y no de temor

Si así fuera
controlaría cómodo esta energía
en lugar de padecerla
como un esclavo
antes de dormir
noche
tras
noche

miércoles, 6 de enero de 2016

Filo-sofía

Entre tanto camino recto, cualquier desnivel es bueno.
Al menos despierta, inquieta.
El gris estático es un veneno lento, silencioso.
Apenas hay un constante mecer, uniforme, casi imperceptible, que invita a abandonar la vigilia.
Es el ensueño aquel entrelugar escapatorio: la ilusión de movimiento.

Maldito sea el pensamiento, aquel hábil simulador de todo lo que él no es. Maldito sea el arte, también.
Pensar es un engaño, soñar es un engaño. Son cadenas que parasitan los párpados, agotándolos, hundiéndolos, derribándolos.

La frialdad de la reflexión, estéril como un cadáver, representa el olvido de que se puede sentir. Aún más: se debe sentir.
Es lo único que hay, acompañado por el miedo de la certeza de la muerte.

Apelando no a una conciencia recortada, sino a una vida concreta, estas ideas obtienen realidad.
No se precisa, ni nunca se precisó, cadena argumental alguna (de nuevo las cadenas).
Quizás aquello que requiera incontables rodeos sea mentira, invención, o peor, actividad inútil. Más bien, actividad que es una anti-actividad.


Podría ser una neutralización.
Tal vez el ser no sea así, pero el ser humano es dual (hipótesis, conjetura, hilo conductor de estas palabras, no sentencia inmutable). Sólo sabe jugar con el doble filo.
Uno de los errores más grande de la historia es la concepción que sostiene que se puede tomar uno de los dos caminos. Que se puede lo bueno sin lo malo. Que se puede lo alto sin lo bajo. Incluso -se sostiene todavía hoy- que se puede la vida sin la muerte.
Error.
Nefasta necedad que inclina a la ceguera. Es el inicio originario de la reflexión: ¿Cómo puedo tener vida sin muerte? ¿Cómo se supera, cómo se vence, cómo se deja-de-sufrir?
Ante preguntas imposibles sólo se puede contestar con quimeras. Es entonces que se construyen las cadenas (por tercera vez, cadenas). No hay vergüenza más grande que la esclavitud voluntaria. Elegir los propios grilletes no los hace menos pesados.
Los relatos cobardes oprimen, enceguecen. Aquello que es evidentemente dual pasa por la severa revisión del pensamiento, que no tiene mejor idea que llevar a cabo una inversión. Juzga que es el mundo inmediato, y no él, el que miente. Por eso al sentir le incomodan las sentencias de la metafísica.
De este modo, lo que se manifiesta como dual, en REALIDAD es MONOLITICO.
El mal es la ausencia de bien. Aquél que es bueno no sufrirá, vencerá a la muerte. Toda ulterior apelación es conjurada con explicaciones agregadas.
Conforman un sistema, un edificio perfectoque se pretende perfecto, sin huecos, sin nada más que lo uno. Esta amalgama de calmantes es la mayor abominación de la historia. Y de aquí la mencionada neutralización.
La espada de doble filo resiste íntegra o nada en absoluto.
Se piensa que se puede desechar la hoja del mal, manteniendo la otra, para empuñarla firmemente contra los miedos, sin peligro de ser lastimado por el contra-filo, el filo-malo. Éste no tiene otro nombre más que nada o error. El filo-bueno ha sido, tradicionalmente, la filo-sofía. La respuesta, la única, la salvadora.

No es así.
Al modificar la espada, se destruye.
Si no hay mal, todo es para bien.
Si todo es para bien, no hay vida.
¿No es irónico que el miedo a la muerte y el afán por aferrarse al ser conduzcan a la quietud, característica fundamental de la no-vida? La neutralización. Lo gris inmóvil.

Nos duele vivir sin ser dios.
Nos duele porque sabemos su concepto -lo podemos pensar- al mismo tiempo que nos sabemos débiles, vulnerables.
Meramente comprender la posibilidad de la idea de que el mal puede no existir, y de que haya sólo bien, es desgarrador. Es terrible.
Es apenas el primer paso
el primer romper las cadenas
el primer acercamiento al nihilismo, al no-hay-dios
a reivindicar este mundo, con sus dolores, sus parcialidades y perspectivas
a poder SENTIR.