viernes, 9 de marzo de 2012

Vení para acá

Vení para acá
Te tomás el tren, o de alguna otra forma llegás en un día o dos.
Hay todo lo que ves allá, distinto, pero está. Y es hermoso.
Venite che, que está genial.
Las nubes se ven mejor. ¿Alguna vez tus ojos sólo captaron cielo? ¿De izquierda a derecha, sin edificios? ¿No? Eso pensé.
Te rodean las montañas, es imponente. Las piedras de colores, pasto, arbustos. Nieve. ¡Hay nieve en los picos de las montañas!
Cada tanto se te tapan los oídos. Te mareás, pero te acostumbrás fácil.
El cielo es otro, las estrellas son miles y hermosas. Te lo juro, por doquier y como nunca las había visto.
¿Por qué no te venís? Hay luces y edificios como allá, pero con menos veneno.
Hasta la gente te saluda, te sonríe. Si sonreís allá te miran raro.
Están los paisajes, están los hippies que venden artesanías. Está todo lo que imaginás, y todo lo que no. En serio que es real, tanto como tus dedos cuando te peinan, o como las palomas.
Ah, ¿Y sabías que casi no hay palomas? Ni gatos, muy pocos gatos. Perros hay montones, lástima que la gente de acá los maltrate tanto. Pobres.
Vení, no seas tonto. Desconocés muchas cosas, como yo, pero yo estoy acá.
Vení amigo, vení y aprendé. Después te vas, está todo bien.

Life

Mira las nubes del sol
Desde el tren que atraviesa la tierra
Mira otros cielos brillar
Vislúmbralo, nena

Con esos pies de polvo
El cuerpo entero es irrelevante
Ahora busca hacia arriba
Donde gritan los rayos gigantes

Inventa el color del camino
Que sea tibio y sin pena
Y que todo rime con algo
Deséalo, nena

Ven al atardecer en el tiempo
Refugiémonos de la tormenta
Abrázame hasta que se haga la noche
Con la blanca luna tan quieta

Aprende y enseña mi amor
Voy en este tren de la vida
Así cuando la oscuridad caiga
Nos despidamos con una sonrisa

El Señor Que Había Soportado Todas Las Penas

Nos tuvimos que refugiar en la carpa por la lluvia. El frío, mi garganta y todo eso. Cuando bajó la tormenta el estómago nos ganó y fuimos a comprar algo de comer. Unos sanguches de milanesa que nos sacaron el hambre de una forma muy satisfactoria. Ya de nuevo dentro de la carpa y con los corazones contentos nos pusimos a hablar y a reír. A medida que pasaba la comida y el tiempo se iban nuestras ganas de mantener los ojos abiertos.
Los chicos se acostaron a escuchar música, yo no tenía y estaba muy oscuro para leer, así que me ubiqué cómodamente en mi bolsa de dormir y empecé a mirar alrededor, a pensar. Me imaginé de vuelta en mi casa, con mi familia, mis amigos, con los problemas de siempre. Uh, éstos ya se quedaron dormidos, o la música es muy relajante. Qué bueno que acá adentro no haga frío ni calor, porque esta tarde el sol no nos dejaba en paz, y se sabe que a la noche el viento azota fuerte.
En lo que voy observando alrededor de la carpa y diciendo para mis adentros lo linda y espaciosa que es, diviso una silueta cerca de la ventana izquierda, o sea cerca de donde estaba yo. ¿Qué había en ese rostro que me interesaba tanto? Tal vez su melancolía, su adulta resignación después de una vida dura, o los ojos cerrados, como aplastados. Ese diminuto sombrero y la línea que descansaba todo a lo largo de sus cachetes representando su boca terminaban de atribuir una apariencia humana al pliegue de la carpa. Y un poco de luz para hacerlo resaltar de los otros potenciales hombres, que por ahora eran simples trozos de tela de la carpa.
Me lo quedo examinando un buen rato, algo así no podía permanecer tan quieto, tan desconocido. Aunque en parte era su pequeñez lo que lo iluminaba al Señor-Que-Había-Soportado-Todas-Las-Penas.
Sí, tenía nombre. Siempre lo había tenido. El sombrerito le da el título de "señor", creo. También me parece que es asiático, pero lo siento en Inglaterra, y es como si occidente entero lo hubiera atravesado para romperle los hombros. Pobre señor. Tan trabajador, tan real. Sólo una superficie doblada azarosamente dirían algunos, pero no, estaba ahí. Podría haber tomado cualquier otra forma y era así, verdadero. No era casualidad que aquella carpa tomara aquella forma en aquel momento, y que yo estuviera ahí para verlo. De alguna manera yo estaba destinado a observar al Señor, a reflexionar sobre su condición y la de todos los seres humanos, que él canalizaba en su mirada silenciosa.
Un ronquido, dos. ¿Será que mis amigos están profundamente dormidos, o a punto de despertarse? No importa. Dormidos o no, ellos jamás lograrían comprender esta existencia, tanto dolor junto es difícil de soportar, incluso si sólo se lo ve leído en las facciones de una cara. Y no es por despreciar a los chicos, simplemente sé que no lo apreciarían. Yo apenas puedo entenderlo, apenas si me levanto o cambio de posición la figura es una anciana o un sapo muy gordo. ¡Y pensar que si alguein apagara la luz, si pasara un viento fuerte, entonces el Señor desaparecería! No, no, inconcebible. Como mucho que una brisa le vuele el pequeño sombrero al moverlo, pero no más. Ya suficiente ha sufrido este hombre para que encima lo quieran borrar de la existencia.
Habría que encontrar una forma de preservarlo; una foto, un dibujo, el control total del ambiente para que no se modifique ni el más mínimo detalle, ni la luz, ni el clima, todo intacto. Pero no, todas esas ideas eran infructuosas. El Señor estaría condenado al olvido. La tela de la carpa podría ser otro rostro, alguna forma interesante, pero nunca así.
Lo miro, lo memorizo (finalmente decidí agregarle el cuello que no estaba seguro de agregar). Hablo con él en mi mente, vivo sus imágenes quietas, llora mi corazón (de alegría por haberlo visto, de tristeza por haberlo visto) y poco a poco se van cerrando mis ojos.
Al salir el sol ya hubo una serie indeterminada de cambios, pero el viento sorprendentemente no el movió ni una pestaña al Señor-Que-Había-Soportado-Todas-Las-Penas. La luz lo había deformado ligeramente, pero su melancólica esencia permanecía. Mis amigos se despertaron y luego de desperezarse, sus caras anunciaban con un gesto (nunca serían tan precisos e impecables como el Señor) que en un instante habría de llegar lo inevitable y común; la ida hacia el siguiente pueblo, la carpa guardada, la imagen del Señor destruida para siempre. Ellos estaban listos para quitar la funda, pero algo faltaba: yo. En vez de estar afuera en una punta para tirar de un lado, estaba adentro, en el rincón izquierdo junto a la ventana, con las rodillas flexionadas y en una posición defensiva pero a la vez hostil.
Mis compañeros de viaje se lo tomaron como un juego, se rieron y me dijeron que andábamos apurados, que había que tomar el próximo micro que salía. Mi expresión se mantuvo intacta y ellos lo notaron. Se miraron como confundidos y ahí se selló el inicio del conflicto. Vinieron ambos hacia mí y los rechacé con un empujón y un grito de batalla firme. La situación se repitió algunas veces más y entonces decidieron venir primero uno y después otro. Los seguía empujando, en dos tandas ahora. Se veía una situación absurda, pero luego de haber vislumbrado el rostro todo cobraba sentido y una importancia enorme. El Señor melancólico me daba fuerzas, lo hacía posible, por él lucharía con todo mi espíritu.
No eran rivales para mí, fue cuando empezaron a llegar algunas personas de las carpas próximas cuando se complicó un poco. De cualquier manera, seguía defendiendo la posición. Eran cuatro, eran cinco, pero yo dominaba. Gruñía como un animal para demostrar mi embriaguez. Seis, siete. El Señor-Que-Había-Soportado-Todas-Las-Penas merecía vivir. ¿Por qué querían destruirlo? Su imagen me animaba a seguir.
El octavo oponente sacó la soga donde se colgaba la ropa y decidió usarla como arma. Ahí cambiaron las cosas; con habilidad el hombre me enlazó los pies. Unos festejaban mientras otros descargaban golpes en mi cuerpo. Intenté zafarme pero rápidamente los puños y patadas me dejaron fuera de combate. No alcancé a ver qué hacían con el señor.
La habitación tiene las paredes de un blanco fuerte, la cama muy comfortable, y me dan tres comidas al día, son muy amables. Cada vez que pido diarios o algún tipo de papel los recibo al instante. Aunque me tome el resto de mi vida voy a seguir intentando y doblando para lograr ver ese rostro, ese rostro que he perseguido todos mis días. Una vez visto la existencia carece de sentido sin él. He de encontrarlo, he de encontrar al Señor-Que-Había-Soportado-Todas-Las-Penas.

Qué se le va a hacer (canción)

Vas a un vagón
Vas al siguiente
Este calor
Determina tu suerte

Te niegan el aire
Te niegan la carne
La cosa es así
Domina el más fuerte
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En este tren
Ya no pasa el tiempo
Hay mucha sed
Es como un infierno

Te dicen que esperes
Cinco minutos
Es la mentira
Más grande del mundo
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Acá los guardias
Se hacen los buenos
Atrás de la puerta
Te toman el pelo

Sólo te escuchan
Si tenés plata
El señor dólar
Es el que manda
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La gente grita
Pero para adentro
Vos no te quejes
Nunca es el momento

Querés pegar
Con las manos atadas
Mejor mirá
Por la ventana
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Te agarran los tipos
Te ofrecen un puesto
Para ser
De los que caguen al resto

Vos aceptás
Te volvés una rata
Pero por lo menos
No sos el que mata

(Qué se le va a hacer, che)
(Qué se le va a hacer)

Tu vieja en tanga

Ya no quiero poesía
Sólo un paisaje
Ya no voy a mirar,
Sólo sentir
Ahora no hay más mundo
Apenas universo (yo soy el universo)

Me vuelvo loco a medida
Que empiezo a sonreír
Desaparece el ser en mí
Pero nunca llega la nada

Soy el ciego que disfruta de abrir los ojos
La imaginación de los libros
Soy el monstruo sin rostro
El que asusta y entretiene
Soy un grito de libertad
Rompo las cadenas de lo real

Arte barato y felicidad
Conocimiento del dolor
La música es falsa perfección
Los cigarrillos no matan

Todo es mentira
Nadie nunca es nada
Nadie nunca es algo
Descubre la mentira; renace muriendo

Lejos de la naturaleza

Miro una hormiga. Me siento un grano de arena cada vez que miro una hormiga, o una cascada. Si me cayera de una montaña o me picaran cien avispas, poco me importaría en este momento, ya que la naturaleza puede disponer de mí como quiera. O al menos debería poder, pienso yo. La historia humana es en su totalidad un intento fallido por superar a la tierra, creando dioses, creando ciencia. Hasta ahora nunca hemos logrado nuestro objetivo de controlar el cosmos (acaso jamás lo cumpliremos). Inventamos la metafísica (gran mentira), la lógica, hasta el momento nuestro lenguaje más adecuado, pero aún así no somos lo suficientemente perfectos para cerrar un círculo, para encontrar su inicio o su final, para estar seguros aunque sea de dos cosas (de una estamos seguros, y eso es que no podemos estar seguros de nada). Tampoco somos capaces de explicar nada, cuando decimos río, la palabra ya perdió todo su significado. Esa unión arbitraria de las formas r-í-o (conocidas como erre, i o i con tilde y el círculo llamado o) no representa en absoluto el fluir del agua o la tranquilidad. En verdad, no es para nada un río, sólo lo simboliza. Miles de años intentamos encontrar un algo, un algo real, un algo a lo que aferrarnos. Y sólo encontramos los mismos símbolos que inventamos en el pasado. ¡Dios mío! Qué ínfimos y solitarios debemos sentirnos para erigir ciudades, monumentos o declarar guerras de odio, para querer significar la vida.
Ya es innegable, nos hemos escindido de la naturaleza, por lo tanto es imposible retornar a ella. Sin embargo, tampoco hemos conseguido volar por encima de los cielos y los árboles. El mundo natural ya no existe para nosotros, está ahí en cada rincón en que no estamos. Esperemos tener la voluntad y bondad suficientes para que este mundo humano no sea una injusticia oscura ni represión. Intentemos (aunque no se pueda lograr) tender al regreso a la naturaleza.

Escrito norteño

He visto la inmensidad de la tierra. Los árboles infinitos, paisajes distintos. Humo, agua, plantas, rocas, todo se une para formar esta parte tan bella del mundo. La vista atraviesa mi mente. Vi la naturaleza y por eso soy la naturaleza. Cada punto, cada color de cada rincón es una maravilla paradisíaca, un motivo de alegría.
Cuesta transmitir esta sensación, lo primero que viene es quedar boquiabierto y luego una sonrisa, después el intento de traducirlo a palabras. Lo siento imposible, es imposible, no por eso voy a dejar de escribir.
No sólo llegué para encontrar el lugar, también estoy yo para dar mi ser, para que el cielo tucumano simbolice mi libertad, junto con todo lo que yace debajo. Mucha gente se va de vacaciones por costumbre, otros viven acá y lo ven cotidiano, o algunos simplemente no están interesados. Dejando atrás lo malo del viejo yo, mejorando lo bueno, reinventándome, así es como vivo estas vacaciones, introyectando las vistas a mi alma.
Sin ciudad máquina, sin gente máquina. Sin indiferencia. La ciudad viva (llena de fuego ardiente por todos lados), las personas que toman las riendas de su destino, la constante búsqueda por mejorarme y por ser feliz. Quiero eso, eso que se llama crecer, que no empezó en el norte ni terminará aquí.
La vida me acompaña a todos lados siempre que decida pensarla. De ahora en adelante el norte estará conmigo a donde vaya, acaso lo ha estado toda mi existencia y recién en estos momentos me doy cuenta. Ojalá este camino nunca termine.