domingo, 6 de noviembre de 2011

No quiero más

"Hola.........y chau. Basta, me cansé. No quiero más, definitivamente. Se acabó, no tengo por qué seguir soportando esto, claramente no me lo merezco. Ya está, me rebelo, me retiro, reniego, renuncio.
Renuncio a recibir más dolor, renuncio a las lágrimas. Renuncio a tener miedo. Renuncio al domingo, a la escuela, a la estación Carabobo de la línea A, a los músicos geniales y a mis padres. Renuncio a caminar perdido por la calle. Renuncio al significado arbitrario de las cosas (esto bajo otra lectura representa un número cuya cantidad nos es desconocida). Renuncio a pensar sobre el infinito sin serlo. Renuncio a las letras J, L, S, C, y Q. Renuncio al extrañamiento, a la nostalgia, al Complejo de Edipo. Renuncio a los patriarcas y a sus hijos. Renuncio a la Torre Eiffel y a Carlos Gardel (tanto al nacido en Francia como al nacido en Uruguay). Renuncio a los sombreros, al helado y a las caminatas. Renuncio a las respuestas de las preguntas más importantes que se pueden hacer. Renuncio a los puntos de vista, al horizonte, a los malditos mosquitos de verano. A las mujeres, a los autos caros y las películas clase B. Renuncio al resultado del cuadrado de un binomio y a esta mente que me pone tan triste. Renuncio al mismo hecho de renunciar (vos no lo hiciste, ergo no entendés). Renuncio a la existencia trágica de cada ser humano sobre la tierra. Renuncio a todo y a todos."


Estas fueron las últimas palabras escritas por el joven Mariano encontradas en su carta, junto con su cuerpo inmóvil y un frasco de arsénico.