lunes, 1 de octubre de 2012

Dame

Me ahogo en tus silencios y me someto a tu mirada, que derrama su juicio sobre mi humildad temerosa y concede mínimas cuotas de sentimiento para que yo me aferre a esa luz velada.

Yaces en el cielo que me impongo como brillo, sin saber que vives ahí arriba, aún escuchando mis cantos que ensalzan, que gritan, y lloran, y ruegan, pidiendo tu respuesta.

No estoy vivo en el tímido frío donde me escondo, me vuelvo diminuto dentro de este valle oscuro, separado de ti por la imponente montaña que divide mi alma deseosa de tus ojos.

Mi rostro persigue la ascensión donde duermes, extiendo mis manos para alcanzarte en tu morada, buscando que mires hacia abajo a este hombre-niño, con la necesidad de un poco de tierra entre todas tus nubes.

Entonces dame cada una de tus estrellas, también tu piel que alimenta mi cuerpo, desciende a la montaña y permíteme subir hasta ti, para caer en un estallido de ser.

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