lunes, 10 de enero de 2011

Mi hermano

Hoy te vas, hermano. No sé cuándo ha surgido la idea, pero ya está madura y lista para culminarse. Intentamos no hablar de eso, mirar hacia otro lado, hasta atrasar los relojes, mas bien sabemos que hay cosas que se anuncian sin importar que no estemos listos o cuánto pataleemos. En verdad nunca se está listo para ciertos momentos de la vida que son como hitos para uno. La realidad objetiva lo mira de forma optimista, los sentimientos con melancolía. Una mudanza no es la gran cosa, al menos no se va a un lugar bien lejos, sin embargo la sensación de vacío queda. Él se va y queda la ausencia de sus libros, de su guitarra, de su sonrisa y nuestras peleas. No puedo pensar en esto como algo malo, todo apunta a mejor: su independencia con su casa y su novia, mi independencia con la habitación para mí, menos peleas familiares, y muchas otras razones. Aunque la sensación de nostalgia prematura se marca y nos impide pensar tan sonrientes lo positivo. Dejando atrás toda la infancia y sus juegos, toda oportunidad de experiencias nuevas. O acaso ata cada vivencia pasada, llevando ese manojo de recuerdos y anécdotas a su nuevo hogar, cuidándolas, protegiéndolas del polvo del olvido.
No hay que dejarnos desanimar, no señor. Debemos mirarnos, compadecernos en nuestros ojos llorosos y abrazarnos, entendiendo e interpretando de forma cómplice el silencio del otro y, simplemente, seguir con la vida. De eso se encarga el tiempo y se le da muy bien. Hoy te vas, hermano, tomando esta relación y haciéndola mutar. Trabajemos juntos para llevarla hacia adelante y seguir sonriendo, siempre. Te quiero mucho, nunca lo olvides.

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