¿Qué se le da a un hombre que ha perdido la magia?
cuando se divisa el horizonte y la noche no fue más que el pasado,
si el temblor de las trampas continúa amenazando los sueños
que se tornan más negros a medida que avanza la vigilia
en cada árbol, en cada estación.
Algunos no han visto lo suficiente
pero yo sé que hay cadáveres en nuestras cabezas
rondando los espacios vacíos
y al mencionarlos, te llevo conmigo
me ayudás a cicatrizar en este bosque petrificado
para que yo también sea uno de esos monstruos de piedra
y las montañas no sirven, sólo se caen
entierran, inmortalizan
se escapan entre mis dedos fríos.
Podría ser un sacerdote, para predicarte
así al menos existiría un poco de luz
entre tanta tiniebla maldita
en la cual no me regocijo
no, no hay festines ni ídolos
a veces ni siquiera estás vos para ayudarme
para correr de los terremotos, de los castillos
de las mareas y los ríos
de imágenes que saben que no son
de ojos, de fuegos corrosivos
y cómo me van a tomar en serio
con enumeraciones simples.
Igual para qué quiero a los demás que son sombras
no seré presa de sus telarañas
ni me atrae su magia estúpida
porque vivo con la certeza
de que toda oscuridad, toda posibilidad
nace y se pudre, degradándose
empequeñeciéndose lentamente en mi ser
y afuera de eso
afuera no hay nada más
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