Mientras los ojos se entrecierran
la realidad se reduce a la mitad
sólo cobra vida el tomar agua
o el perdurar en una silla
aunque eso no sea hablar de la vida
El tedio, las arrugas, no tienen que jugar
que haya ocasionalmente un campo
un brillo en una letra
cadáveres putrefactos al sol
blandiendo sermones en nuestras cabezas
para recordar el tiempo
inventando aquí y allá, bien y mal
donde la materia no es más que un suspiro
traído desde las inmensidades de una montaña
o de mi mirada en un instante
Así olvidar lo que quisimos engañar
pero no seamos tontos, al menos una vez
invoquemos en lo frío del concreto
y extraigamos de la tibia quietud
que resplandece detrás de un muro
y grita
¡Correr!
¡Volar!
¡Destruir!
En el imperio de lo efímero reina esa diminuta voz
delicada como un diente de león
y ruge bajo el sol relampagueante
entonces nos maravillamos ante tan imponentes palabras
perdida la memoria de cómo hacer el camino
¡pero sabemos quiénes somos!
Sólo es cuestión de ir mezclando
de ser un caminante y un pintor
y nunca
nunca
cerrar.
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