No hay paraíso. El neurótico padece su oscuridad, o se
regocija en ella. El imbécil no siente más que un simple placer confuso,
difuminado. El resto del mundo (que es algo así como un 90%) no sabe lo que son
las palabras. Son humanos, pero no hablan. Hay profundidades absolutamente
terribles, caóticas, abrumadoras. Mejor ser un ciego, mejor ser un mutilado, un
deforme, un leproso. Volverse insensible de tanto llanto, imposible de tanto
pensar. Sólo fluyen ideas, sólo fluyen esos elementos que apenas se intenta
analizar, se revelan perturbadores. Esos religiosos que ven la belleza del
diseño inteligente eligen silenciar elegantemente la fragilidad, lo pequeño,
los gritos ensordecedores, las sombras y las máscaras, la música del siglo XX,
la literatura maldita, un secuestro más, un dolor más. Vivimos en un mundo
regido por El Mal y La Locura. Querer encontrar algo que valga la pena es
estamparse la cabeza contra las paredes del universo. No hay afuera, no hay
sentido, lo cifrado no es más que una excusa, una prolongación de la cálida
niñez. Lo mejor es nunca haber nacido, y lo segundo mejor morir pronto. Y sin
embargo nadie es tan inteligente como para morir. El suicidio es visto como un
rendirse, y no como un asumirse. Si no somos nada, para qué engañarnos? La
única metafísica posible es la de la muerte, la que más habla y más calla, y
reclama subrepticiamente su justo lugar en nosotros, que nos volvemos sus
seguidores eternos. No hay nada y mi grito es absurdo, y mi palabra es absurda,
y la repetición es absurda, y el poema y el perfume son absurdos. No se puede
tener mente y cuerpo a la vez. El cuerpo se expone a la sensibilidad, pero sólo
la mente reflexiona sobre su dolor. Una manifestación de indulgencia de la
naturaleza; el animal no sufre, y el pensador sufre ilusiones vacías. Esto es
demasiado, por eso hay palabras y diccionarios, lenguajes, días y calendarios,
historias, libros, estatuas. Por eso sale el sol y la luna en intervalos
regulares, por eso la ciencia otorga cierta comodidad, por eso África está tan
lejos y nuestros pequeños problemas banales tan cerca. Un monito tonto (porque
no somos más que eso) no puede soportar, simplemente no puede soportarlo todo.
Se requiere la magnanimidad intelectual de un dios para poder lidiar con el
dolor. Es un pequeño consuelo, estar mayormente sesgados, no ver todos los
colores, no escuchar todos los sonidos, no hablar con los animales, y tener
grandes cielos de metal, y televisores que hacen que nos pongamos de acuerdo
intersubjetivamente, un nuevo olvido, mientras miro, mientras compro, mientras
río, olvido, mientras escucho no hablo, y mientras me dictan no pienso, y el
cuerpo es un conjunto de huesos, y yo soy un llanto quebrado de pensamientos
débiles insalvables. Imposible escapar, no se puede respirar. Por qué, si todos
sabemos cuál es la verdad, hacemos de cuenta que no está ahí!?
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