domingo, 31 de mayo de 2015

Silencio

No hay paraíso. El neurótico padece su oscuridad, o se regocija en ella. El imbécil no siente más que un simple placer confuso, difuminado. El resto del mundo (que es algo así como un 90%) no sabe lo que son las palabras. Son humanos, pero no hablan. Hay profundidades absolutamente terribles, caóticas, abrumadoras. Mejor ser un ciego, mejor ser un mutilado, un deforme, un leproso. Volverse insensible de tanto llanto, imposible de tanto pensar. Sólo fluyen ideas, sólo fluyen esos elementos que apenas se intenta analizar, se revelan perturbadores. Esos religiosos que ven la belleza del diseño inteligente eligen silenciar elegantemente la fragilidad, lo pequeño, los gritos ensordecedores, las sombras y las máscaras, la música del siglo XX, la literatura maldita, un secuestro más, un dolor más. Vivimos en un mundo regido por El Mal y La Locura. Querer encontrar algo que valga la pena es estamparse la cabeza contra las paredes del universo. No hay afuera, no hay sentido, lo cifrado no es más que una excusa, una prolongación de la cálida niñez. Lo mejor es nunca haber nacido, y lo segundo mejor morir pronto. Y sin embargo nadie es tan inteligente como para morir. El suicidio es visto como un rendirse, y no como un asumirse. Si no somos nada, para qué engañarnos? La única metafísica posible es la de la muerte, la que más habla y más calla, y reclama subrepticiamente su justo lugar en nosotros, que nos volvemos sus seguidores eternos. No hay nada y mi grito es absurdo, y mi palabra es absurda, y la repetición es absurda, y el poema y el perfume son absurdos. No se puede tener mente y cuerpo a la vez. El cuerpo se expone a la sensibilidad, pero sólo la mente reflexiona sobre su dolor. Una manifestación de indulgencia de la naturaleza; el animal no sufre, y el pensador sufre ilusiones vacías. Esto es demasiado, por eso hay palabras y diccionarios, lenguajes, días y calendarios, historias, libros, estatuas. Por eso sale el sol y la luna en intervalos regulares, por eso la ciencia otorga cierta comodidad, por eso África está tan lejos y nuestros pequeños problemas banales tan cerca. Un monito tonto (porque no somos más que eso) no puede soportar, simplemente no puede soportarlo todo. Se requiere la magnanimidad intelectual de un dios para poder lidiar con el dolor. Es un pequeño consuelo, estar mayormente sesgados, no ver todos los colores, no escuchar todos los sonidos, no hablar con los animales, y tener grandes cielos de metal, y televisores que hacen que nos pongamos de acuerdo intersubjetivamente, un nuevo olvido, mientras miro, mientras compro, mientras río, olvido, mientras escucho no hablo, y mientras me dictan no pienso, y el cuerpo es un conjunto de huesos, y yo soy un llanto quebrado de pensamientos débiles insalvables. Imposible escapar, no se puede respirar. Por qué, si todos sabemos cuál es la verdad, hacemos de cuenta que no está ahí!?

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