"La biblia es el único libro que tiene sentido en occidente"
Estas palabras abren y cierran la totalidad de nuestro marco discursivo.
Oriente es como un pequeño zoológico en el que enjaulamos pensamientos extranjeros
para admirar irónicamente lo exótico
y arrojarle maní.
La gran ciudad es fruto de la tierra
que es fruto del espíritu.
No hay nada más inconcebible que desear el árbol de Dios.
No hay nada más ridículo que fingir que su conocimiento está prohibido,
cuando en realidad es imposible.
La religión domina todo,
especialmente la más sutil, la que está dentro nuestro
como un soplo que instaura un deseo.
Existe efectivamente un infierno,
allí habitan los no cristianos, valientes, fuertes
pero no lo suficiente para hacerle frente al gran universo de dolor vacío
entonces devienen salvajes, locos.
Quizás sea aún peor la sospecha altamente confirmada
de que no hay verdadero devoto.
Estamos atrapados
entre un látigo,
que nos obliga a hacer
y entre la venenosa maldición del lenguaje,
que engaña, que permite pensar algo cuando no hay nada.
¿Cómo no inventar, si la lucidez es la mayor desesperación?
Es imperativo que esto sea obra de un dios; el azar nunca sería tan cruel.
Y no es inocente que YO aparezca ahora y hable
justo después de la pregunta.
Tengo opciones, tengo caminos, tengo libertades
pero no tengo la fuerza para emprender ninguno.
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