La noche está rara hoy. El aire, como viciado, me llena los pulmones y ocupa mi mente. Tal vez no sea sólo ahora, sino que siempre haya sido así y apenas me voy dando cuenta en estos momentos. Sí, es lo más probable. Definitivamente, esta brisa huele a antigüedad.
Hay un calor en el ambiente, casi se siente en la piel. Es un rojo invisible que atraviesa al mundo y nos rodea, fruto de los hombres. Poco a poco lo voy descifrando, es un silencio, un hambre, un deseo. Todas las sombras ocultas se revelan ante la mente perceptiva.
Ahí está, a mi derecha un odio, enfrente el asesinato que jamás se llevará a cabo, a dos cuadras, por la avenida, intuyo los gritos callados de un hombre bueno. Lo veo tan claro, es la noche y nosotros la creamos. Durante el sol se ve, se camina seguro por la tierra, hasta se sonríe. Pero eso es porque nos observan, y necesitamos escapar. Con esa finalidad inventamos la noche, el reino de los pensamientos indeseables, de las negaciones, los miedos, y los imposibles.
El llanto del carnicero, la certeza de que la vida de mi vecina es aburrida y siempre lo será, las ganas de mi padre de asesinar a todo el mundo para tener un poco de paz, son ideas "malas", y puedo agregarles una característica; son rojas. El mundo, el maldito mundo está ciego, y la gente vive enferma de bondad. Yo he visto la noche y les voy a mostrar lo que es el dolor. Traeré el sol junto con las otras estrellas, estamparé sus cabezas contra la pared, y denunciaré todas sus virtudes. A quienes me ofrezcan compasión les escupiré en la cara. Les llamaré débiles moradores del día.
¡Cobardes! Los odio, pero no tanto como para querer privarlos de la bellísima guerra. Sé que no me entenderán, me pensarán como el calumniador, el asesino, sub-hombre. Pero cuando crezcan, seres humanos, lo entenderán. ¡Que viva la noche roja!
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