Estoy acá, no estoy acá. Soy una cámara que filma todo lo que aparece en el plano. No hay soundtrack, sólo viento, un televisor olvidado, el ruido de la caja registradora. Las cosas tan calladas, desprovistas de alma, de risas. Los cigarrillos salen cuatro pesos, Plaza Miserere es cinco cuadras para allá, no, de nada.
Estación de servicio. Ser-vi-cio. Ser Vicio. Más bien estación de espera, de supervivencia, y una muy desolada debo decir, como la mayoría.
Estoy acá, no estoy acá. A nadie le importa, así que no debo estar. Los empleados se aburren, los clientes se aburren, la vida está en otro lado, lo que pasa aquí es el tiempo. O hay uno o hay otro, no pueden existir juntos. Comer, mirar al frente, cortarse las uñas, sonarse la nariz, el tiempo. Hablar, pensar, amar, mira, ad-mirar, reír, jugar, la vida.
Estoy acá, atrapado en un mundo de tiempo, una estación de servicio de tiempo, pensando que la existencia debería ser otra cosa, anhelando la vida que abrazaré cuando me vaya de este lugar. Preciso las voces de la gente, el calor de una mujer, incluso el dolor del engaño. EL resto es mentira, despertarse para ir a la escuela es una farsa, lo políticamente correcto es un mito, la televisión y la comida rápida se desvanecen ante las cosas verdaderas. El sufrimiento es real, el goce es real. Las estaciones de servicio no.
Estoy acá, no estoy acá. Físicamente me fui hace mucho, pero la idea de esa estación de servicio-cárcel perdura. Está en mi cabeza el tiempo consumidor. Se tiene que ir, se va a ir. Que llegue la vida brillante, inmortal, que sea un baluarte capaz de defender al yo contra la cotidianeidad de envejecer.
brillante
ResponderEliminarMe encontré a mi misma en este texto y me encantó.
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