Este último saque era el bueno. La existencia a mi alrededor se deformaba mientras yo lloraba de alegría, en silencio apartado en un rincón de la habitación. Los grises llenaban los colores de realismo, el aire moviéndose como un tornado se fusionaba con el todo para que yo pudiera respirarlo quieto. Había comprendido tanto sobre la vida que no hacía falta sonreír, ni siquiera mover un músculo. Los sentimientos existían ahí; tan palpables que daba pena por los que no podían abrazarlos, una tristeza azul mezclada de emoción en forma de espada, esa estúpida nobleza blanca y la gran pelota triste que representaba la creciente neurosis, dichas imágenes eran tan claras que se sentía extraño vivir en un mundo donde nadie sabía qué le sucedía al otro, incluso preguntando.
Ángeles caídos del cielo me tomaron para llevarme de paseo. Eran bastante indiferentes para ser ángeles, como si cumplieran cada débil deseo mío simplemente basados en una obligación moral o divina. Jugaban con mi cuerpo y mi mente, manipulando la respiración o el dolor, con ellos me sentía a salvo. Fue así que me percaté que había dejado de estar en el rincón de mi cuarto viejo y lleno de polvo para aparecerme en un lugar brillante, rodeado de gente conocida y extraños. Me estaban reviviendo, o acaso viviendo, pues cada ente tomaba una posición que yo había adoptado en algún momento de mi ser, algunos felices, otros tristes, responsables, confundidos o enojados.
Abrí los ojos. En realidad ya los tenía abiertos, pero necesitaba abrirlos más para ver lo que me rodeaba mejor. Me encontraba a mí con cara de muerto vivo acostado en la vieja cama de mi habitación, parecía a duras penas respirar. Una señora que debía ser mi madre lloraba mientras mi supuesto hermano me gritaba lleno de lágrimas que despertara, que no podía ser así la cosa y que tuviera fuerzas para levantarme.
Era difícil comprender la situación, no sabía si estaba muerto o simplemente así era el estado vegetativo o coma. Ver con cierta extrañeza a todos mis conocidos, como si mis recuerdos fueran vagamente tergiversados por lo etéreo no resultaba muy agradable, tampoco observar inútilmente sus distintas reacciones ante mi estado, por lo cual no podía hacer nada. Únicamente podía sentirme mal, o ni siquiera eso, pues no estaba mal en el sentido estricto de la palabra, aquí no había dolor, pero sí aburrimiento y soledad. Me sentía atrapado en el medio de la nada, lo que más quería en el mundo era volver a mi cuerpo que ahora me miraba como un estúpido, sin saber que yo estaba ahí, sin saber si algo estaba ahí.
Necesitaba gritar, llorar, patalear, todos viejos sentimientos físicos, un alma sola no puede hacer tales cosas, requiere de un cuerpo, el cual precisaba con locura. Me di cuenta de que con la ausencia de lo físico sólo podría volver a mi ser de una forma mental. Intenté comprender maneras distintas de ver la vida ahora que estaba desligado de los deseos terrenales, pero sólo logré sentirme un falso asceta, predicador de nada, porque eso es el alma sin su contraparte material. Si tenía algún consuelo en mi derrumbamiento, era el pensar que tenía toda la eternidad en ese limbo para encontrar la forma de salir, o más bien de entrar de nuevo.
Piensa, piensa. El estar ahí observando mi estado debía tener un significado. ¿Sería acaso un recuerdo? Tal vez es un evento pasado, el cual ahora debo modificar, pues he muerto y sin arreglarlo no podré irme en paz. Quizá una premonición de lo que me podría pasar si sigo consumiendo esta basura y la razón por la que no salgo de ella es porque todavía no he comprendido la verdadera moraleja que me evitará dicha escena. También existe la posibilidad de que sea una visión totalmente atemporal, sucediendo dentro de mi mente, con mi consciencia (la cual sería yo mismo) observando todo. Pero entonces había alguna otra mente manipulando esa realidad y creando el universo en el que me encontraba, mirando desde arriba lo que le sucedía a mi cuerpo apagado. Me tomé un tiempo largo en pensar esta suposición.
Ahora sí, tenía más sentido. En el lugar que fuera que se encontrase mi verdadero yo, cuerpo y alma, se veía atrapado, por lo que optó por encarcelar a su consciencia en un recuerdo atemporal, enviando un mensaje metafórico a través de él. Mi ser me dejó a mí, la consciencia, dentro de un rompecabezas para que, al descifrarlo, pudiera escapar el todo. Así fue como abrí los ojos en un nuevo despertar, dentro de mi cama o la del hospital, no lograba distinguir bien. Lo que sí podía decir era que las mismas personas de mi rompecabezas estaban ahí, llorando por mí. Esta vez pude reconocerlos perfectamente y en efecto, eran mi familia y amigos. Me sentía orgulloso de poder caminar de nuevo, hablando y sonriendo, el cuerpo entrelazado al alma, como debe ser.
Me fue informado que había estado en un coma de varios años, al parecer me tomó bastante tiempo resolver mi enigma. Acaso a los otros pacientes les pasará lo mismo, o será un misterio que la mente nos plantea a todos, el estar en un lugar irreal donde no somos sino prisioneros, carentes de nuestra otra mitad. Me preguntaba cuánta gente logró entender este misterio y solucionarlo, liberándose de sus propias cadenas para caminar, libres al fin.
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