La suerte le había llegado. Su ex vida lo abandonaba lentamente, o acaso de manera fugaz. Sucedió sin querer, los pensamientos desembocaron en ese extremo por cosas del azar. Que el vacío espiritual, que el alquiler estaba muy caro, que la realidad no existía, o no existía el existir. Hasta ese momento había sobrevivido con ironías poéticas, con dioses, con suaves mentiras sordas que lo miran a uno y lo dejan dormir. Despertar y ver que somos ciegos, absolutamente todos, que todos eran él y él no era nada. No podía ni siquiera desesperar, por más que quisiera. Sólo podía desaparecer poco a poco, entendiendo su vacío. ¿"Su" vacío? el vacío. Alejándose de la falsa verdad sin moraleja, gritando una y otra vez que una rosa es una rosa es una rosa es una rosa y lloraba, porque no sabía ni qué era una rosa ya. Tampoco sabía qué era la letra S, o cómo hacían las madres para enterarse de todo. Retomando pensamientos, cambiando de tema, porque ahora recordaba su infancia cuando su madre le hizo confesar que tenía novia, pero no, era mentira, no había ninguna Julieta, ni una Micaela años después.
Esas nimiedades, que hace un segundo resultaban un olvido que nunca fue, lo hicieron regresar, revivir si se quiere. No lo podía creer; estar tan cerca y volver, estaba lo suficientemente decepcionado como para intentarlo de nuevo, pero no. No servía si se creaba, eso era lo único en el mundo que no podía ser creado, debía fluir, como el pájaro fluye en el aire.
Se había burlado de él, dios lo había hecho, pero él lo era. Un dios que podía hacer cualquier cosa menos engullirse a sí mismo, y esto le daba rabia. Tal fue su dolor que rompió en llanto, odiaba ser libre en su prisión, estar apresado en un campo verde eterno, donde la brisa primvaeral le hacía sonar las cadenas oxidadas.
Desapareció por un instante, y toda su vida fue eso. El resto era un grito seco de máquina, era felicidad sin fin, la realidad más larga e irreal que se había realizado.
Apareció por un instante, y eso fue toda su vida.
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