jueves, 13 de noviembre de 2014

Sentir, pensar

Entregué mi alma. No fue con mano temblorosa, ni era una fría noche oscura. Se dio sencillamente, como un soplo, y mis partículas se esparcieron por el aire, separándose. Hubo momentos en que parecía una buena idea, las vanas risas brillando como oro derretido.

El aquí-ahora siente, sólo el pasado piensa, y el futuro no existe ni existirá nunca. Es fácil mirar las cosas con ojos estúpidos cuando no hay problemas. Otras circunstancias y eso se vuelve imposible, no hay punto medio. Es la única dualidad existente, cuyo nombre más simple es el sí y el no. Para algunos destinos no hay solución (en ellos, la lucidez es una preciada maldición), el resto no requieren más que tiempo y palabras. ¿Quién no sonreiría todos los instantes de su vida bajo la certeza de que hay una respuesta? No importa el mundo, ningún mundo, sólo sentir en el ahora eterno. Sin razonamientos, deberes, disputas, guerras, despertares, el aquí reclama la vida entera.

Pero es muy tarde para mí (curioso, que elija hablar de tiempo), pues he sido devorado, y yo mismo me metí voluntariamente dentro de las fauces del monstruo. Sentía que si me arrojaba al abismo volaría, o caería en el cielo, por una graciosa y paradójica ironía. Cuando pasó el tiempo y pude pensar, ya estaba en la caída infinita.

Soy pedazos, cada uno de ellos es una forma distinta de entrega a los otros. El máximo sacrificio es desconocerse, oscurecerse para echar luz hacia fuera. No vale nada, pero, si lo hiciera ¿cambiaría algo? Los otros no ven más que una muerte, y aún así creen ver singulares destellos. Hay vacío, hay otros, y yo me muestro otro, y yo me finjo otro, y yo me siento otro, y yo me muero otro. Salto, grito, concedo, acepto, desaparezco, lenta e imperceptiblemente. Desearía que no hubiera sucedido. Si se pudiera pensar en el aquí-ahora. Pero no. Entregué mi alma, ahora soy para los otros, ahora soy los otros, ahora soy nadie.

2 comentarios: